Capítulo 11.
Diario de Leda.
Dia 10 de Marzo de 1314.
Timisoara. Transilvania.
¡Timisoara al fin! Cuánto he anhelado su calor y la dulzura de su sangre. Mis compañeros han actuado como consternados en mi ciudad, seguramente han envidiado el abrazo de la gente, el sabor de sus sonrisas y la belleza que nos rodea. Su estupor es mi victoria, pues en un reino pequeño y para ellos despreciable ha conseguido preservar la belleza de mi olvidada Atlantis, Atenas y Troya.
Mi placer, aunque intenso, fue breve. Rápidamente quisieron dirigirse al lugar donde nos esperaban con el preso de Tremere.
Bajo la capilla nos reunimos con el hombre que le guarda inerte y estacado en su ataúd. Dice llamarse Husayn al-Fatin. Nos despidió con pocas palabras y advertencias respecto a Goratrix, quien, tras arrancarle la estaca, acabó con la dulce vitae de dos de mis doncellas. Intenté llenarme de comprensión hacia mi “invitado”, pues es por todos conocida el hambre de un cainita que ha estado más allá de todo poder en el letargo. Escoltamos a Goratrix hasta el interior de mi fortaleza, donde me creí de nuevo en paz con nosotras Leda.
Husayn al-Fatin. |
Era evidente la desesperación del Tremere, en cada palabra que pronunciaba nos prometía grandes regalos con tal de liberarle de su funesto destino. Nos ofreció el poder de la magia que conocen los de su estirpe, incluso nos ofreció a sus propios chiquillos con los que nos hubiera permitido alimentarnos de poder. El amaranto es una poderosísima arma que excita a nosotras Leda, pero yo, Leda, tenía objetivos más grandes en mente. Así que sabiéndome en mi hogar pedí a mis invitados que me dejaran a solas con Goratrix.
Goratrix. |
Al principio todos parecieron preocupados, pues temían una traición por mi parte o que incluso Goratrix tuviera el poder de someter mi voluntad. Supe tranquilizarlos, pues en el fondo saben que nuestro proceder no se parece tanto al de los demás hermanos de la noche y sé que Alexandru pudo ver sinceridad en nuestros espíritus, pues creo que no sólo su respeto por la propiedad de la tierra le inclinó a creer en mis palabras. Así que creyéndoles dispuestos a obedecer y concederme un instante de intimidad con mi forzoso invitado, no pude más que horrorizarme ante el desprecio de Markus sobre mi autoridad, pues se negó a abandonar la estancia y prácticamente me acusó de traición.
Jamás había sentido la furia correr con tanta fuerza por mis venas, sin control mi psique se dirigió contra la de Markus, peleando por doblegarla, mostrándole los horrores de la verdad que a los de mi sangre atormentan. Más su ciega furia resultó ser más combativa que mi poder espiritual y tuve que recurrir a mis guardias humanos y a la protección del propio Alexandru que comprendía la ofensa que hacia mí se alzaba. Markus acabó con varios de mis sirvientes, más finalmente Alexandru consiguió aplacarle, otorgándome la soledad que había solicitado.
Una vez a solas con Goratrix, no tuve reparos en ofrecerle la libertad que tanto ansiaba a cambio de algo que llevaba años buscando: las puertas de Arcadia. No dudé en que aceptaría más que encantado y por primera vez en mucho tiempo pude sentir en mis propias entrañas la excitación que anticipa el placer de las metas conseguidas.
Y ese placer fue interrumpido por la maldición que acosaba a Goratrix, pues los poderes de Tremere nos son desconocidos y no llegamos a pensar que la fuerza de la magia pudiera atraerle tan ciegamente hacia su perdición. Goratrix perdió el control de sus actos y una vez más fue necesaria la intervención de Alexandru para aplacarle mientras intetaba echarse al camino. Nunca creí ver un poder similar, capaz de atrapar a un hombre tan inexorablemente.
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